Cuando Charlie Villanueva llegó a los Dallas Mavericks lo hizo con un contrato para el training camp y en una plantilla en la que, aparentemente, todos los huecos estaban cubiertos. Sin embargo, su entrega y su juego durante aquella pretemporada de 2014 obligaron a los Mavs a abrirle un hueco como fuese. En muy poco tiempo, se había ganado la confianza de entrenadores y compañeros, al mismo tiempo que admiraba el funcionamiento de una organización de primer nivel.

“Desde el primer día esta organización me ha dado la bienvenida a mí y a mi familia con los brazos abiertos.” explicó Villanueva en su blog. “Sentí una hermandad inmediata con mis compañeros. No tengo nada más que respeto para Mark Cuban y Donnie Nelson. Esta gente dirige una organización de primera clase.”

En el momento en el que Rick Carlisle dice su número y entra en la pista, la labor de Charlie está muy clara: ser una amenaza constante para la defensa rival, especialmente con la posibilidad del lanzamiento exterior. Por decirlo de una forma visual: Villanueva tiene luz verde para lanzar en cuanto se vea en posición, y a ello ayuda su rápida mecánica de lanzamiento. Por eso no extraña que durante la campaña pasada liderase la NBA en triples intentados por 36 minutos con 11.7, que además acompañó de un buen 37.6 por ciento de acierto. Su presencia ayuda a mejorar el espaciado ofensivo.

Si hay algo por lo que destaca Carlisle es por saber colocar a sus jugadores en situaciones favorables para sus características, algo en lo que también ha encontrado sintonía con Charlie.

“Me he probado a mí mismo y a los demás que aún pertenezco a esta liga y puedo contribuir para ayudar a producir victorias.” dijo Villanueva. “Y sobre Coach Carlisle, qué puedo decir de un hombre que quiere lo mejor para mí y que, más importante, cree en mí. Un entrenador que es también es duro conmigo cuando debe serlo, algo que también me encanta.”

Una vez está en posición de lanzamiento las defensas saben que tienen que llegar a puntear rápidamente, y en ocasiones el interior de los Mavs aprovecha para amagar el tiro y penetrar. Aunque con una muestra aún pequeña, esta temporada también hemos visto a Villanueva aprovechar sus oportunidades en el poste especialmente cuando está emparejado con un rival de menor tamaño, utilizando ganchos o lanzando por encima del defensor. Sus habilidades en ataque y su presencia positiva en el vestuario le ayudaron a ganarse el sitio en Dallas, y los Mavericks no dudaron a la hora de hacerle uno de los jugadores fijos de cara a la temporada actual.

Cuando un jugador está contento en un lugar se nota porque, juegue más o juegue menos, siempre está dispuesto a sacrificarse por sus compañeros. Para Villanueva fue muy importante romper su maldición con los Playoffs el año pasado. Después de estar acostumbrado a luchar por campeonatos en el instituto y en la universidad, esa adrenalina que genera pelear por lo máximo le había eludido durante sus primeras nueve temporadas en la NBA. A la décima llegó la vencida. La voluntad de volver a vivir esa sensación y la acogida que él y su familia habían tenido en Dallas, le llevaron a renovar con los Mavericks en cuanto pudo. El interés fue mutuo.

Pero a veces nos olvidamos de que el baloncesto es un juego. Uno que nos apasiona y que puede influir mucho, sí, pero un juego al fin y al cabo. Y cuando salimos del baloncesto y vemos cómo se relaciona el juego con la realidad, es cuando nos damos cuenta de que ahí Charlie es un All-Star.

Fue muy temprano cuando Charlie Villanueva comenzó a ver cómo se le caía el pelo. Era solo un niño. Al ir al médico y realizarle los análisis le diagnosticaron alopecia universalis, una variación de la alopecia areata, una enfermedad autoinmune en la cual el organismo produce anticuerpos contra una parte del folículo capilar y provoca la caída del pelo. Esta variación es la más rara y extrema de la enfermedad, y aunque no pone en riesgo la vida de la persona que la sufre, sí que puede tener implicaciones psicológicas que terminen en baja autoestima y depresiones.

“Llevaba muchas gorras, muchas capuchas. Nunca miraba a la gente a los ojos porque no quería que notasen que no tenía cejas.” contó Villanueva recientemente a SLAM durante la promoción de Season X, el próximo documental que narrará la historia de Charlie. “No tenía nada de confianza. De repente me cansé de eso, de estar deprimido. Me mire al espejo y me dije ‘este soy yo’. Ocurrió de repente. Creo que el baloncesto ayudó, porque me hacía sentir mejor. El baloncesto fue mi terapia. No llevaba gorra cuando jugaba y la gente se fijaba más en cómo jugaba que en mi imagen.”

Charlie V. llegó a ser uno de los mejores jugadores en la nación en su etapa universitaria, y cuando comenzó a ser conocido en la NBA supo que tenía que ayudar a aquellos que sufrían lo mismo por lo que pasó él y ser un modelo para ellos. Desde su año rookie es imagen y portavoz de la National Alopecia Areata Foundation, y también fundó la Charlie Villanueva Foundation. El programa con más repercusión en el que participa con ambas organizaciones es el Charlie’s Angels (Los Ángeles de Charlie), que tiene dos vertientes: en Dallas ofrece tickets para partidos a los jóvenes de la comunidad latina que saquen buenas notas en sus estudios; y cuando visita otras ciudades se encuentra con niños afectados por la alopecia areata. Por ejemplo, este programa recientemente ha cumplido los sueños de numerosos jóvenes en Brooklyn, Milwaukee y Oklahoma City, y tendrá sus próximas paradas en Atlanta, Orlando o Denver.

En otras ocasiones Charlie no puede estar personalmente, pero siempre se puede contar con su ayuda.

“Es importante para mí ser un ejemplo para los niños que tienen alopecia porque yo no tuve eso cuando crecí.” dijo Villanueva a SLAM. “Eso es lo que sentí que me faltaba, eso es lo que sentí que podría haberme ayudado, conocer a alguien que hubiera pasado por lo mismo. Creo firmemente que todo pasa por un motivo, y el motivo por el cual me pasó a mí es para ayudar a otros. Ese es mi propósito en esta vida: ayudar a los otros. Y eso es exactamente lo que estoy haciendo.”

Charlie también intenta ser un ejemplo para la comunidad latina, y la dominicana más en concreto. Aunque él nació y creció en Queens, New York, sus padres son de la República Dominicana, y Villanueva llegó a cambiar su nacionalidad y a jugar para la selección de dicho país en torneos FIBA. Por ejemplo el pasado verano visitó Cabrera, la ciudad de su madre, donde ayudó a acondicionar una cancha de baloncesto e impartió un clinic para cerca de medio centenar de niños.

“Hace siete u ocho años no había muchas pistas de baloncesto aquí. Todo lo que veías eran campos de baseball. Eso está empezando a cambiar.” dijo Villanueva. “El hecho de que haya podido devolver mi ayuda a la ciudad en la que creció mi madre es algo tremendo.”

En el vestuario es una figura respetada y querida por compañeros y entrenadores. En la cancha es un veterano con más de diez años de experiencia, un profesional consciente de cómo puede ayudar al equipo y de cuál es su rol. Fuera de la pista, es un ejemplo de superación y un apoyo para una gran cantidad de personas que sufren su misma enfermedad. Eso es Charlie Villanueva para sus ángeles. Para los verdaderos Ángeles de Charlie.

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