Si dijéramos que los Dallas Mavericks cuentan con toda una leyenda entre sus filas, lógicamente las mentes de todos pensarían rápidamente en Dirk Nowitzki, el mejor jugador europeo de todos los tiempos y uno de los mejores de la historia en la NBA, en la que actualmente ocupa el sexto puesto en la clasificación histórica de anotadores.
Sin embargo, hay otra leyenda en los Mavs. Se trata de un jugador que solo disputó una temporada en la NBA, y que en 20 partidos como base de los Washington Wizards en la temporada 1997-98 promedió 3.1 puntos y 1.8 asistencias por partido para después continuar su carrera hasta 2009 con periplos por las ligas menores estadounidenses, Polonia, Arabia Saudí, China, Kuwait y Croacia.
¿Cómo es posible que consideremos a este trotamundos como una leyenda? Es posible porque el anteriormente conocido como Shammgod Wells no es una leyenda cualquiera. Es posible porque el actualmente conocido como God Shammgod es una leyenda callejera del baloncesto debido a su extraordinario dominio del bote.
God Shammgod es uno de los mejores dribladores de todos los tiempos. Creció en el barrio de Harlem, en New York, para después pasar a La Salle Academy. Fue McDonald’s All-American en 1995 junto a Vince Carter, Kevin Garnett, Paul Pierce, Chauncey Billups, Stephon Marbury, Shareef Abdur-Rahim o Antawn Jamison. Jugó y estudió en Providence College, y fue seleccionado con el pick 45 en el Draft de 1997, el mismo que Tim Duncan, Tracy McGrady o Billups. Pero, como ya hemos dicho, su carrera como profesional se desarrolló especialmente fuera de Estados Unidos. Pese a esto, Shammgod dejó una gran huella en el baloncesto estadounidense.
Muy pocas personas pueden decir que un movimiento de cualquier deporte lleva su nombre porque lo popularizaron ellos, y menos en el mundo del baloncesto. God Shammgod sí que puede decirlo con un movimiento de dribbling espectacular: el Shammgod.
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“La primera vez que la gente me vio hacerlo fue en la universidad contra Arizona en el NCAA Tournament,” explicaba Shammgod en una entrevista a Ball Is Life. “No fui yo personalmente quien lo llamó ‘el Shammgod’, fue simplemente algo que hice y no fue hasta que empecé a escuchar a la gente llamarlo así cuando me di cuenta de que se había convertido en algo. Tras unos años el nombre empezó a extenderse.”
En el corto documental “The Shammgod: How God Shammgod’s Legendary Crossover Lives on in Today’s Stars”, realizado por Bleacher Report, jugadores con un gran control del balón como Jamal Crawford, Kyrie Irving o Damian Lillard alaban este movimiento letal, y también podemos ver cómo lo llevan a cabo otros como Chris Paul o Russell Westbrook.
“El movimiento en sí es tan bueno que es muy identificable,” explica Jamal Crawford en el documental. “Sabes que es ese movimiento en cuanto lo ves. Y es suyo. He visto a gente a lo largo de los años intentar imitarlo pero nadie puede hacerlo tan bien como él.”
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“Creo que es increíble que el movimiento haya transcendido generaciones,” dijo Shammgod para el documental. “Russell Westbrook es un jugador tan completo e importante ahora mismo que estoy muy orgulloso de que también lo utilice. Su movimiento contra los Suns fue legendario y me honra formar parte de ello en cierta manera.”
La calidad de los movimientos de Shammgod era tan buena ya antes de convertirse en famoso que durante su etapa en el instituto el mismo Kobe Bryant le pidió ayuda para mejorar sus movimientos de dribbling.
“Fue durante el ABCD Camp cuando estábamos en el instituto,” contaba Shammgod a Hoopist en 2012. “A él le gustaba mucho cómo botaba yo el balón, así que me pidió que le ayudara con su manejo. Jugamos en el mismo equipo durante aquel campus, y en ese tiempo le enseñé algunas cosas que parece que le ayudaron. Hoy en día aún habla sobre cómo le ayudaron las cosas que le enseñé.”
Si leéis esto desde Europa y tenéis ya unos cuantos años, probablemente estéis pensando que ese movimiento os resulta familiar. Y así es, porque aunque Shammgod lo popularizase en Estados Unidos ya habíamos visto versiones previas similares del movimiento en Europa, con el serbio Dragan Kicanovic y el croata Danko Cvjeticanin como algunos de los primeros antecedentes. Podríamos decir que el ‘Shammgod’ es para el mundo NBA algo parecido a lo que ‘El látigo’ de Dejan Bodiroga es para el mundo FIBA, pues fue este último quién popularizó su versión aquí.
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También hemos podido ver al argentino Manu Ginobili hacer su propia versión del movimiento en más de una ocasión. Así que, como hemos visto, técnicamente God Shammgod no inventó el movimiento, no fue el primero en hacerlo, pero sí es quien lo ha convertido en famoso al menos en la órbita de la NBA. Y esas cualidades en el control del balón que le ayudaron a llegar a la liga en 1997 hicieron que regresara de nuevo dos décadas después.
En julio de 2016 los Dallas Mavericks contrataron a God Shammgod como entrenador de desarrollo, centrado especialmente en las funciones de bote, y el verano pasado extendieron su contrato. La llegada de Shammgod coincidió con la de Harrison Barnes, y el alero se benefició especialmente de lo que el nuevo entrenador de desarrollo pudo enseñarle a lo largo del verano. Barnes sorprendió con un rendimiento muy por encima de lo esperado para aquella temporada, y mucho tuvo que ver su mejoría en el bote y en el ataque del uno contra uno.
El año pasado los Mavs seleccionaron en el Draft al que Shammgod considera el mejor base de su generación: Dennis Smith Jr. Ambos se conocieron primero en el Under Armour’s 2014 Elite 24 Camp, y después volvieron a conectar en Adidas Nations y otros campus de baloncesto, completando siempre al menos una sesión de entrenamiento individual entre los dos. En todas las ocasiones le decía lo mismo: “eres el mejor base de tu clase”. En el Draft de junio de 2017, uno de los primeros mensajes de bienvenida a los Mavericks que recibió Smith Jr. fue de su nuevo entrenador de desarrollo.
Desde entonces, Dennis Smith Jr. se puso en manos de dos de los mejores y más reconocibles entrenadores de desarrollo de la NBA. Uno ya lo hemos presentado, God Shammgod. Es momento ahora de conocer al otro: Mike Procopio.
En el verano de 2013 los Dallas Mavericks quisieron dar una vuelta de tuerca a su trabajo de desarrollo con los jugadores jóvenes, y contrataron como director de desarrollo de jugadores de la franquicia a Mike Procopio. Mark Cuban quería al mejor, y el mejor le dijeron que era él. Aunque por fuera quizás no lo pareciese.
Darrell Armstrong, entrenador asistente y otro de los responsables del desarrollo de jugadores de los Mavs, jugó en la NBA durante 14 años, disputando en total casi 900 partidos. Mide más de 6-0 pies, lo que equivale a 1’83 metros, y basta verlo al lado de Rick Carlisle en la banda para tener la impresión de que el uniforme con el que ganó el premio al Mejor Sexto Hombre en 1999 aún le quedaría perfecto.
¿Procopio? Mide 1’70 y se pasa bastante de los 100 kilos. Es bajito y calvo. Se parece más a los vendedores de comida o a los guardias de seguridad del American Airlines Center. Durante su primera temporada en Dallas el periodista Jaime Aron hizo un perfil sobre él para la Suffolk University Magazine. En ese texto explicaba que la carrera de Procopio como jugador alcanzó su punto más alto en el instituto, cuando anotó sus cuatro puntos (ni siquiera en el mismo partido) en el equipo de Revere High, que terminó con balance 0-20. Pero Procopio entiende el baloncesto a un nivel de microscopio. No es experto en Xs y Os, pero sí en cosas como en qué posición debe estar la cadera cuando se dribla entre las piernas para ir hacia la izquierda, el correcto movimiento de los pies en ataque con el balón y sin él, y en corregir fallos en la mecánica de tiro. Dwight Powell o Dorian Finney-Smith son dos de los proyectos con los que más tiempo ha pasado recientemente, con resultados evidentes.
Kobe Bryant confió en Procopio durante un par de temporadas que terminaron en campeonato. Tim Grover, el entrenador de confianza de Michael Jordan, lo contrató para ser el responsable de la parte baloncestística de su gimnasio. Veteranos de los Celtics como Danny Ainge, ahora presidente de operaciones de la franquicia, y Kevin McHale hablan con él prácticamente a diario.
¿Cómo alguien conocido en el mundo del baloncesto como Sweetchuck (personaje de Loca Academia de Policía al que se parecía de joven) ha logrado llegar tan lejos?
Justo enfrente del Boston Garden, la mítica casa de los Celtics, vivía el joven Mike. Su padre John era un electricista. Enseñó a su hijo la humildad, lealtad y la necesidad de hacer las cosas correctas. A los doce años logró su primer trabajo en el baloncesto: llevar el marcador de la Liga de Verano de Hill Park. Aquello era como la NBA para él.
Años después, durante un verano en Suffolk, donde había encontrado un hueco como utilero mientras estudiaba, Procopio consiguió un trabajo en el Nike All-American camp. Los jugadores eran de instituto, y otros de la universidad eran sus consejeros. Mientras los jóvenes estaban ocupados, los de la universidad se unían para realizar ejercicios individuales de habilidades. Conviviendo con aquellos chicos fue cuando tomó la decisión: quería ganarse la vida enseñando a muchachos como aquellos.
Una vez graduado, Procopio se propuso ser entrenador del equipo de reservas en Kentucky. Lo intentó, pero no consiguió el trabajo en el equipo entrenado por Rick Pitino. Así que obtuvo el mismo puesto pero de nuevo en Suffolk y con el equipo junior. En 2002 logró entrar en los Boston Celtics, mezclando las funciones de recadero y scout. Durante todo el tiempo, Procopio continuó trabajando en campamentos de verano, especialmente uno en el gimnasio de Tim Grover en Chicago. En 2006 Paul Pierce estaba levantando pesas con Grover cuando apareció Procopio, y ambos acordaron encontrarse después para un entrenamiento en la pista. Grover fue testigo de esa sesión y después se acercó a Mike. Le ofreció un trabajo fijo y lo aceptó. Sin embargo, la NBA no le permitió tener un trabajo con una franquicia NBA y otro con un gimnasio privado al que acudían muchos jugadores de otros equipos, así que, con mucho dolor, tuvo que dejar los Celtics.
Como suele suceder cuando trabajas incansablemente en algo, su sudor mereció la pena. Como la mañana de verano en 2008 en la que pasó dos horas y media solo en el gimnasio con Kobe Bryant, cliente de Grover. A pesar de un buen entrenamiento, ambos fueron por caminos separados. Pero en febrero de 2009, cuando Michael Lewis publicó un artículo en The New York Times Magazine en el que nombraba a Shane Battier el “Kobe-stopper”, Bryant le dijo a Grover que tenía que responder a eso en su siguiente partido contra Battier, y que quería “la ayuda de Sweetchuck”. Procopio descubrió que el problema no era Battier, sino el propio Bryant. Battier siempre daba la salida a Kobe hacia Yao Ming, retando a Bryant a lanzar sobre el pívot de 2’28. Y él caía en la trampa muy frecuentemente. Decirle a Bryant que estaba tomando demasiados lanzamientos, y muchos estúpidos, fue difícil, pero Procopio lo hizo.
Procopio estaba visitando a Kevin McHale en Minnesota, donde entrenaba a los Timberwolves, y se escapó de una reunión de equipo para ver cómo Bryant anotaba 14 de sus 23 lanzamientos para meter 37 puntos ante Battier. Así fue como empezó a trabajar con Kobe, y con ello pasó a ser cada vez más conocido.
En marzo de 2013, estando a punto de ver rota una racha de muchos años en Playoffs, los Mavericks se dispusieron a mejorar su trabajo de desarrollo de jugadores, y la relación de Rick Carlisle y Donnie Nelson con Danny Ainge y Kevin McHale los llevó hasta Procopio. Él hizo la maleta para una semana. Hace ya más de cinco años de aquello.
“Soy como la fusión de Forrest Gump y Louie De Palma de ‘Taxi’,” dijo Procopio a Jaime Aron. “Un listillo, que parece como un mutante, y alguien que ha hecho todas estas cosas emocionantes que probablemente no debería haber hecho. Así me veo a mí mismo.”
En muchas ocasiones los fans solo nos fijamos en los protagonistas más evidentes de los éxitos deportivos: los jugadores y los entrenadores se llevan, merecidamente, casi todo el mérito. Algunos van más allá y se fijan también en los asistentes. No es casualidad que Rick Carlisle hiciera su mejor trabajo en 2011 rodeado de Dwane Casey y Terry Stotts, o los grandes equipos de asistentes que tienen otros entrenadores campeones cono Steve Kerr y Gregg Popovich. Pero incluso detrás de ellos podemos seguir encontrando personas que aportan su granito de arena al éxito desde las sombras.
God Shammgod y Mike Procopio son dos de los Dallas Mavericks más importantes de los que menos se habla, y sus historias también son remarcables. Representan a todo un conjunto de personas más o menos anónimas que trabaja a destajo por el bien de los jugadores y de la organización, una labor que entra en una de sus fases más importantes ahora que se acerca el verano. Y, aunque sea en la sombra, su trabajo es tan importante para el presente y futuro de la franquicia como el que hacen otros bajo los focos.
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