Es curioso cómo funcionan los recuerdos, sobre todo los alegres. Un recuerdo alegre puede mitigar el dolor de uno malo. Pero, además, una gran alegría puede dejar en un segundo plano a otras que quizás merecerían tener un protagonismo mayor en nuestra memoria.

Dirk Nowitzki nos ha dejado grandes momentos a lo largo de toda su carrera, especialmente en playoffs. Cuando llega la hora de luchar por el anillo, las actuaciones destacadas del alemán se apilan y forman una gran montaña. Cada uno tiene su favorito, desde el momento en el que levantó el Larry O’Brien, pasando por los 48 puntos contra los Oklahoma City Thunder en 2011; la serie contra los Denver Nuggets en la que promedió 34.4 puntos, 11.6 rebotes y un 53.4 por ciento en tiros de campo; la victoria en el game 7 en San Antonio en 2006, hasta su primera serie de playoffs ganada en Utah en 2001.

Pero entre todas esas actuaciones hay una que no tiene el protagonismo suficiente cuando se habla de los grandes partidos, no solo de la carrera de Nowitzki, sino de la historia de los playoffs. Un encuentro en el que demostró un dominio que no se le había visto hasta entonces a esos niveles, y que posiblemente cimentó su nivel de MVP en los años siguientes: los 50 puntos que le metió a los Phoenix Suns en el game 5 de finales de conferencia de 2006. En este caso, fue al revés de lo planteado al comienzo: un mal recuerdo, como fue el resultado de aquellas Finales contra Miami, hizo que esa sobresaliente actuación perdiese brillo en nuestra memoria colectiva.

Dallas Mavericks y Phoenix Suns llegaban empatados 2-2 a aquel crucial game 5. Dentro de lo importantes que son todos los partidos en una serie de playoffs, en una serie al mejor de siete el quinto encuentro puede decantar la balanza de uno u otro lado cuando los equipos llegan empatados. Según la base de datos de whowins.com, hasta 2014 los equipos que se adelantaron 3-2 en una eliminatoria terminaron venciendo en el 85.3 por ciento de los casos, y ese porcentaje sube hasta el 91.9 por ciento cuando el séptimo partido, si lo hubo, lo jugaron en casa.

Conociendo el valor de la victoria, y después de firmar su peor actuación de la postemporada en el partido anterior, Dirk Nowitzki salió a la pista con agresividad y dispuesto a meter en la canasta cada balón que tocase. Primero fue una bandeja desde la línea de fondo, después un triple tras asistencia de Jerry Stackhouse, seguido de otro triple en transición de los que tanto gustan al alemán. Shawn Marion, Tim Thomas, Boris Diaw, Raja Bell… ninguno podía frenarlo. Nowitzki y los Mavs iban sumando, pero los Phoenix Suns no se asustaban, y precisamente fue Tim Thomas quien más problemas causaba.

En un momento concreto, durante el segundo cuarto, Nowitzki y Thomas tuvieron un enfrentamiento verbal, que acabó con el jugador de los Suns lanzando un beso a la estrella de los Mavs, en otro de los momentos más reconocibles de aquella temporada. Dirk, como hace habitualmente con todas las polémicas, quitó importancia al incidente.

Thomas loves Dirk

“En los playoffs cada posesión cuenta mucho más y las emociones están a flor de piel, así que no creo que fuese nada importante,” dijo Nowitzki.

Los Suns salieron fuertes en el tercer cuarto, y el mismo Thomas puso por delante a Phoenix 77-70 a falta de 3:27 para el final de ese periodo. La tensión se podía palpar en el AAC. Una derrota significaría jugarse todo en el sexto partido en Phoenix, donde ya habían sido eliminados hacía un año. Entonces, fue cuando vimos otro de los episodios que engrandecen la leyenda de Dirk Nowitzki.

“En el tercer cuarto, cuando íbamos siete puntos por debajo, vi cómo toda la temporada, los grandes playoffs que estábamos teniendo, desaparecían,” dijo Nowitzki. “En ese punto me dije a mí mismo que tenía que hacer lo necesario, defender, lanzar, penetrar, lo que fuese para ganar este partido.”

Dirk se encontraba en su segunda temporada ya sin Steve Nash. También había perdido la compañía de Michael Finley esa misma temporada. Él era ya el líder indiscutible de aquel equipo, y así lo había demostrado hasta ese momento, sobre todo en la victoria en el game 7 en San Antonio unas semanas atrás. Pero fue en esos 15 minutos finales del quinto partido contra Phoenix cuando vimos al Nowitzki dominador a nivel estelar que disfrutaríamos durante los siguientes años.

Cuando los Suns se colocaron con la mencionada ventaja de siete puntos, los Dallas Mavericks respondieron con un parcial 10-0 a su favor. Mejor dicho: Dirk Nowitzki respondió con un parcial 10-0. Porque desde ese mismo momento, el resto de personas en aquella pista, ya fuesen jugadores, entrenadores, árbitros o aficionados, fueron meros espectadores del show de Dirk.

Un triple sobre Tim Thomas, un lanzamiento de media distancia, otro fadeaway sobre Thomas, una bandeja superando a Diaw, un palmeo en un rebote ofensivo. Canastas de todas las formas y todos los colores. Cuando no conseguía anotar, sacaba la falta para seguir sumando desde la línea de tiros libres. La ventaja de siete puntos de los Suns se esfumó en un abrir y cerrar de ojos.

Dirk for three

Nowitzki no tuvo piedad con su amigo Nash, igual que Steve no la había tenido el año anterior con él. En el último cuarto Dirk solo anotó más puntos que todo el equipo de Phoenix (22-20), incluyendo 15 puntos consecutivos, y convirtió una situación problemática en una victoria épica. Cuando sonó la bocina final con 101 – 117 en el marcador, hacía tiempo ya que el AAC se había derrumbado a sus pies. Los Suns no llegaron a recuperarse de aquel golpe y Dallas pasó a las finales ganando también el sexto partido.

“Lo que ha hecho ha sido algo muy especial,” dijo el entrenador de los Mavericks, Avery Johnson.

“Ha estado tremendo. Espectacular. ¿Qué más puedo decir?,” respondió Steve Nash.

Durante aquella temporada el periodista Jack MacCallum acompañó a los Suns, y después escribió el libro “Seven Seconds or Less: My Season on the Bench with the Runnin’ and Gunnin’ Phoenix Suns.” Entre otras cosas, MacCallum recogió las impresiones de los entrenadores de los Suns mientras revisaban el vídeo del partido.

“¿Sabes qué?” decía Marc Iavaroni mientras veía el vídeo. “No hay defensa en el mundo que sea capaz de evitar que un siete pies haga un fade away y meta esa canasta.”

“Pero hay alguna defensa que puede evitar que Nowitzki esté en esa posición de lanzamiento, solo que no lo hemos averiguado aún,” respondía Mike D’Antoni, sin llegar a comentarlo en tono de pregunta por que él mismo sabía que la respuesta era que probablemente no. “Quizás con alguien más pequeño corriendo hacia él. No sé si estoy cómodo con Steve Nash defendiéndole cerca de la línea de tiros libres en un lanzamiento al final del partido.”

En la pantalla, Nowitzki anota otro fadeaway imposible. La cinta sigue y no hay respuestas, sólo más preguntas para los entrenadores de los Suns.

“Ya sé lo que tenemos que hacer,” dijo finalmente Alvin Gentry. “Tenemos que conseguir que mantengan a Keith Van Horn en el partido en vez de a Dirk.”

“Llamaré a Avery,” respondió D’Antoni.

Los números de Nowitzki fueron espectaculares: 50 puntos, 12 rebotes y una sola pérdida, con un acierto del 53.8 por ciento en tiros de campo (14/26), del 83.3 por ciento en triples (5/6) y del 94.4 por ciento en tiros libres (17/18). Sus estadísticas avanzadas, impresionantes: un porcentaje de lanzamiento real (TS%) del 73.7 por ciento y un rating ofensivo (ORtg) para los Mavs de 159 puntos por cada 100 posesiones con él en pista, según Basketball-Reference.

El Nowitzki actual, como es lógico, está ya lejos de aquel nivel. Pero, incluso con 37 años, 10 más que cuando hizo aquella gesta, aún nos deja cada noche detalles que nos recuerdan que en los últimos 30 años solo tres jugadores han conseguido al menos 50 puntos y 10 rebotes en un partido de playoffs, y él es uno de ellos: Charles Barkley, Karl Malone, y Dirk Nowitzki. Una actuación para la historia y que merece un protagonismo mayor en nuestras memorias.

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